La decisión by Viola Ardone

La decisión by Viola Ardone

autor:Viola Ardone [Ardone, Viola]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2022-01-01T00:00:00+00:00


40

No he pegado ojo en toda la noche por miedo a que él me encuentre indefensa. Lo mismo que cuando esperaba a los muertos de pequeña. «Quieta y callada», me decía mi madre, y yo me quedaba con los ojos abiertos de par en par, explorando la negrura.

Al amanecer, ruidos de coches, portazos, y una voz: «La mujer es de quien sabe hacerla suya, como la rosa».

Entra en el cuarto, pero se queda en la puerta. Estoy acurrucada en medio de la cama y me protejo pegando las rodillas al pecho. Él se dirige al tocador y coge la flor medio deshecha por el tallo.

—Eres tan hermosa como esta flor: rosa fresca y perfumada, ¿te acuerdas? Y diría que incluso más, porque la flor se marchita en un solo día y tú sigues floreciendo. La más hermosa del pueblo… —añade, y yo pienso en las palabras que me dijo mi madre justo antes de separarnos.

No tengo ni idea de si soy hermosa o no, y también por eso habría preferido nacer hombre como Cosimino: a él nadie tiene que decirle cómo es, bien lo sabe por sí mismo. Para la mujer, el cuerpo es un fardo.

—He pedido que te pusieran las sábanas de mi madre —murmura rozando la tela, y se acerca.

Yo sigo con la cabeza escondida entre los hombros. No me muevo, no hablo, no respiro. Igual que un caracol.

—Esto es para ti, ábrelo. —Se sienta en la cama y deja una caja encima de la almohada—. ¡Ábrela!, —repite impaciente. Yo no me muevo, él levanta la tapa. «Aquí están los presentes de los muertos», pienso—. Es de seda natural, en la ciudad lo llevan las grandes damas: es el no va más. Vas a llevarlo después, cuando salgamos, en vez de ponerte ese viejo chal raído.

«Después». Entre mi persona y esa puerta hay un antes y un después, una barrera que no quiero cruzar porque esa barrera soy yo, está dentro de mí.

Extiende un brazo y me coge un pie. Sus manos rozan la planta y se insinúan entre los dedos, lo mismo que hacía mi madre cuando era chiquilla y quería quitarme los granitos de arena. Noto en la piel el calor de sus labios, blandos como la miga del pan.

—Te beso los pies, eres mi reina. Rosa, rosa fresca…

La boca va subiendo despacio hasta el tobillo. Me atrae hacia sí y yo me agarro a los barrotes del cabecero, pero de repente me siento floja, sin energías.

—La más bella del reino no podía acabar en manos de alguien que ni siquiera puede verla. Cuando supe que te habían emparejado con el ciego, enseguida busqué la manera de salvarte.

Sus manos llegan hasta el dobladillo de la falda, me rozan las rodillas.

—Una princesa entre villanos —dice, y vuelve a besar la curva de mis tobillos y las pantorrillas. Me agarra por la cadera y me arrastra con la fuerza de sus brazos, así que tengo que soltarme y acabo resbalando a su lado, caracol sin caparazón. Acerca su rostro al mío y huelo el aroma dulzón del jazmín.



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